El Elche sube a primera 24 años después.
Un titular. Para los que el fútbol le suene a arameo sólo entenderán el morfema
Elche. Aunque tampoco es definitivo que Elche sea comprensible inequívocamente,
porque también se conoce como Elx, algunos le llamaban Elig, y en el escudo
aparece Ilice (antes Illice), y a veces denominada como Helike; tantas palabras
para designar al vigésimo municipio de España, tercero de la Comunidad Valenciana, situado en el sureste peninsular ibérico,
orientando la desembocadura del rio Vinalopó.
Y para dejar claro la toponimia, Elche es un
fonema árabe, como su ubicación y su paisaje: Elche es aún el oasis de palmeras más grande
de Europa.
Y después de 24 años el Elche C.F. vuelve a la primera división
del fútbol español. Bien por ello,
por el fútbol, por el deporte y por la ciudad. Estar en el top de las 15
ciudades españolas en deporte de masas es
un logro muy importante.
Infiltrado
de las celebraciones y la alegría de los ilicitanos iba a tomarme un
bombón, pasado el puente de Altamira tras el Palacio que le da nombre y
dejando a la
espalda el palmeral del centro, y mira por donde, exactamente alzando la
vista,
me impacta la banderola que han puesto en el edificio de Radio Elche
(otro símbolo
de la ciudad). Un pendón -de los que
cuelgan- franjiverde, con el lema “SER de primera”. Y vínome como un
rayo a la memoria de las
magdalenas de Proust lo que me linkeaba con la banderola colgadera…
No era que estaba colgado.
Sí, hace 24 años yo también
celebre el ascenso del Elche en la distancia, como buen ilicitano de adopción y
también como jugador que vistió su camiseta, aunque fuera de forma efímera.
Lo reconozco dejé el
elche C.F. antes de que me hicieran ficha (creo), y mi último partido serio de
fútbol lo dispute vestido de franjiverde en Altabix, dejándome el bofe corriendo por la banda
derecha del campo, en el verano del 73. Después decidí que
lo mío no era romper botas contra un balón y abandoné el calor tórrido del Mediterráneo,
camino de senderos desconocidos hacia la
Universidad de Madrid. Entonces aún era imprescindible luchar contra una
dictadura infame, y más emotivo que
atarse las botas de fútbol…
Sí, trabaje en ese
edificio que aguantaba la banderola. Antes
de ser remodelado, con sus antiguos estudios de radio, impregnados de bochorno
en verano y que se convertían en sauna cuando te ponías delante del micrófono. La Onda Media de la ciudad, Radio Elche, la de
Juan Garrigós, el señor de las ondas ilicitanas. Ahora es la SER, Radio Elche
SER.
Antes
la SER se constituyó como emisora independiente en
Elche en 1983. Estábamos en el primer año del Gobierno de Felipe
González y la SER Elche abrió el abanico de emisoras en
la ciudad. Su primer director fue Pedro Sánchez-Azorín, un gran tipo
hombre de
radio. Sus instalaciones, encima de lo que era Simago, en Reina
Victoria, desprendían ese olor
de los coches nuevos, con todos los adelantos técnico de la FM, y era lo
chip
en comunicación en Elche. Pero aquellos espacios de diseño había que
llenarlos de contenido. Y mira por donde me tocó también participar en
su
fundación. Pedro, el director, que
compaginaba cargo en Orihuela, me ofreció la dirección de informativos.
Lo hablamos y le conté que estaba pendiente de
un trabajo. Al final le dije que sí, con una condición: si me llamaban
para
firmar un contrato en Madrid me iría. Ese tiempo de verano fue muy
intenso y
gratificante. Pero también fue efímero,
porque llegó el telegrama de incorporación
a una nueva aventura. Pedro insistió y
yo me resistí. Me pesaba dejarle a medias y me atraía lo desconocido.
Le dejé mi agenda de contactos informativos y le recomendé a Julián
para el puesto.
Nos dolió
a los dos la despedida. Pudo más no perder el tren que partía a un nuevo
destino que su latiguillo “cabeza de ratón cola de león”.
Y en esto disfruto viendo la banderola de Radio Elche, agitando
al viento “SER de primera”. Mientras sigo saboreando mi bombón, café con leche condensada,
y recordando y compartiendo con los ilicitanos que hay que disfrutar los
grandes momentos y las grandes emociones…